BIO | Esencial y Reconocimientos
La escritora Yngui, también ha publicado sus textos literarios con los seudónimos: María Nardi y María del Valle Nardi.
Ha participado en los "Cafés Literarios" organizados por SADE Santa Fe y ASDE (Asociación Santafesina de Escritores
Fue Jurado de los Certámenes para Autores Jovenes “José Cibils” y “Mateo Booz” realizados por ASDE.
Participó en los años 70/80 en los grupos literarios “Tupambaé” de Gastón Gori,
Seminario de Letras, liderado por Hugo Mandón.
SADE Santa Fe, (Participó del 1° Encuentro de Escritores de SADE realizado por la SADE Santa Fe, Fundacional, en 1977
Obtuvo premios, menciones, fue finalista y autora destacada en Certámenes de Concepción del Uruguay (Entre Ríos), Marcos Juarez (Córdoba), Córdoba (Capital), en San Jorge (Santa Fe), Santa Fe (capital) y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Bs.As.)
OBRA | Publicaciones
- Hay una voz debajo del asfalto, 1989, Poemario, Edición de autor, Imprenta Macagno, con seudónimo María del Valle Nardi
- Pasos Peregrinos, 1998, poemario, Edición de Autor, con seudónimo
- Tiempo de contar, 2009, narrativa breve, Editorial Ladran Sancho Ediciones, con seudónimo
- Panoramas de Cal y Luna, 2010, poemario, Mirta Yngui, Editorial Ladran Sancho Ediciones, Declarado de Interés Municipal (Decreto 01697- 23/9/10
- Estrellas en la Niebla, narrativa Breve, Mirta Yngui-Editorial Ladran Sancho Editores- Año 2011
- De fuego y de Trigales, poemario, Mirta Yngui- Editorial Ladran Sancho Editores – Año 2011
- Ularina – narrativa breve y poesía – Mirta Yngui- Editorial Ladran Sancho Ediciones – Año 2013
- Poemas Bajo la luz, poemario ilustrado por Mirta Gaziano, - Mirta Yngui- Editorial Ladran Sancho Ediciones 2013
- Antología 2000, Editorial Línea Abierta, Córdoba –Capital, poesía, con seudónimo.
- Antología 2000, Editorial Línea Abierta- Córdoba, Capital, Narrativa breve – con seudónimo
- Antología Letras Argentinas de Hoy 2008, poesía y narrativa, Editorial de los cuatro vientos, CABA, Buenos Aires, invitada por dicha editorial como autora destacada 2008, forma parte de la Colección Territorio Sur en el Tomo correspondiente a Autores de las Regiones Centro, Norte y Sur del país, con seudónimo.
- Antología Literaria de SADE- 2013- Mirta Yngui- Poesía-
- Antología Literaria de SADE “40° Aniversario” poesía –Mirta Yngui- 2016
- Antología Literaria SADE – poesía – Mirta Yngui- 2020
- Publicaciones en Revista Antológica “Solsticio” de SADE Marcos Juárez, Córdoba
- Revista Literaria de ASDE- Santa Fe-
- Vereda Sur- Llambi Campbell
- Revista El Arca del Sur
- Publicaciones en Diario de los Poetas
- Formó parte del libro Escritores Argentinos, SADE, Casa del Escritor, 1977, 125 pág.
- Publicaciones en la Web :Antología Un barrilete en la luna- Mirta Yngui – 2020-Compilado por Beátriz Chiabrera de Marchisone
- Publicaciones en Santa Fe, mi país - Haifa- Israel - del poeta santafesino José Pivin
- Mainumbí de Horacio Rossi
OBRA | Libros inéditos de Mirta Yngui
- “Abril sin sus ojos” Poemario
- “Para mi tierra, mi grito” Poemario
- Y en preparación “Calles Baldías” Poemario
- Narrativa
No fueron los vientos de invierno, ni el frío secreto de las piedras, ni tan siquiera el extraño graznido que quebrara la cinta del horizonte y se estrellara contra el tejado de la casona erguida como un faro en la inmensidad de la costa lo que provocó en Braulio esa tenaz idea.
La sentía a diario al bajar los escalones de Ático, al doblar ese recodo, en especial antes de la sala, quizás, justo allí en el rincón entre el espejo y el cortinado frente al vestíbulo. Era, apenas, sólo un instante, pero suficiente, se decía.
Quizás, sí, le llegó del frío húmedo y de los vientos del Este que azotaban los tejados semiderruidos con tenaces vendavales golpeando, una y otra vez, con su ala de agua el ventanal del desván.
Braulio se asomaba, entonces, pegado al vidrio, tratando de ver tras el denso muro de agua la línea blanca de la verja y el oscurecido recodo del camino.
No recuerda cómo, un buen día, se fue arrimando a la casa. Cómo con paso torpe, subió los cinco escalones del umbral metido en su viejo abrigo gris, escurriéndose entre el incesante trajín de los Ocupantes.
Por ese tiempo, la casa estaba llena de gente y las puertas de los numerosos cuartos se abrían y cerraban, continuamente. Apenas si reparaban en él, si lo miraban con la misma indiferencia que si fuera una nueva mancha de humedad en la pared o uno de los jarrones que poblaban los rincones desde el vestíbulo al ático.
Los ocupantes fueron yéndose uno a uno. Algunos viajaron, otros, súbitamente, de la noche a la mañana, eran reemplazados por nuevos Ocupantes, de forma inexplicable.
Todos, o casi todos, era como si llevaran prisa, como si se deslizaran entre los objetos.
Por entonces, él. Entre el ruido de la vajilla y el rumor de los pasos que no cesaban, ni aún, en la profundidad de la noche, fue escurriéndose cada vez más adentro, como formando parte de esa construcción maciza, de pisos de madera resonante y rincones misteriosos…
El andaba, siempre, quietito en los rincones. Observaba el trajín, cuando podía sustraía de la cocina o la despensa algún mendrugo. Con alguna que otra ropa caída de la cesta del lavado podía ingeniárselas para hacerse de un nuevo guardarropa, claro, que eso no era habitual, pero se la rebuscaba y, poco a poco, pasó a ser un Ocupante más.
Al ático, Braulio, lo había descubierto no hacía mucho tiempo, antes de los últimos de la casa se fueran. Se diría que lo tropezó o, al menos, siguió esa escalera de madera, desvencijada y crujiente, que la gente de la casa evitaba por insegura. Subió vacilando el tramo y se encontró con la puerta. La cerradura oxidada cedió a los primeros empujones y de esa forma, Braulio, tuvo un lugar en la casa.
Fue, entonces, cuando comenzó a bajar a la sala. Con pasos leves, apenas si la madera dejaba sentir un breve crujido cuando sus pies pisaban los escalones. Le parecía que una suave brisa salida de quien sabe de dónde, como brotada de su propio cuerpo, iba, volvía y vagaba a su alrededor, dándole una sensación de debilidad y encantamiento. Era como si sus brazos y su cuerpo magro pesaran menos cada día, como si comenzara a cobrar una particular transparencia o, al menos, lo parecía. Se miraba las manos, las veía igual que siempre, pero no por eso dejaba de tener esa extraña sensación de levitar entre los objetos, de casi no pisar la sala alfombrada.
Y por eso del vientecito que le había comenzado a circundar, como a salirle de la boca del estómago, a ganársele en el pecho, a escurrírsele, subrepticiamente en los miembros, es que él decía que había comenzado después de los fuertes temporales del pasado agosto y luego que los últimos Ocupantes se fueran.
Él había sentido la idea de la levedad persistente y tenaz.
Ya no encendía el fuego, se olvidaba de cerrar los postigos de las numerosas ventanas que eran batidas una y otra vez por el viento.
La casa se había llenado, sorpresivamente, de objetos a medida que los Ocupantes habían dejado de trajinar por los numerosos cuartos y deslizarse de arriba abajo una y otra vez.
Braulio tropezaba aquí y allá con candelabros y bandejas de peltre, jarrones de porcelana, en profusa cantidad, cristalería y lámparas diseminadas y, también, arrumbadas en los rincones o sobre la gran mesa.
Ese día, al pasar Braulio por el rincón del vestíbulo, el cual tantas veces le había provocado esa rara sensación, volvió oír el conocido rumor de pasos de los Ocupantes. Los percibió acercarse y atravesar la verja. Pudo ver que eran otros los Ocupantes que cruzaban la puerta, justo antes de pender convertido en quinqué.
Del libro “Estrellas en la niebla” Mirta Yngui
- Poesía
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