Jorge Roldán es un destacado y comprometido escritor Santafesino. Posee un camino entre páginas y libros que son signados por el género fantástico, por la aventura, por esos mundos posibles o imposibles. Se formó en talleres literarios y cofundó otros espacios para la escritura. Esa pasión por la ficción deja huella en las características de su escritura. Ha recibido premios y continúa creando. Es miembro activo de la Asociación Santafesina De Escritores. Con su narrativa nos permite viajar y echar a andar la imaginación. Muchas veces en la simpleza de algunas tramas nos abre un portal mágico y nos sorprende con desenlaces inesperados. Es un honor conocer su obra y que sea parte de la Galería "Cohen Art Santa Fe", Edición 2021.
BIO | Jorge Roldán en primera persona
Nací en la ciudad de Santa Fe el 8 de Abril de 1980. Mi puerta de entrada a la lectura fueron las historietas (Los Pitufos, Patoruzito, Batman, Spiderman), y luego la mítica colección Robin Hood, donde descubrí autores como Emilio Salgari y Julio Verne.
Animado por ellos, que me hicieron amar el género de la Aventura, hice mis primeros intentos de escribir historias, pero me perdía en el proceso. Era consciente de que me faltaban herramientas, sin embargo, por prejuicios (o miedo a la crítica) no busqué un taller literario hasta después de terminar la secundaria.
A partir de encontrar espacios adecuados, le tomé el gusto y no paré más, y así formé parte del Taller de Guión de Cine y TV coordinado por Ramón Herrera, y luego el de Narrativa, Dramaturgia y Guión, con Pablo Tibalt. En el año 2015 cofundé junto a Jorge Lacuadra, Alejandro López, Miguel Caballero Miño y Gerardo Noseda, “La Conspiración de los Fuleros”, grupo de producción literaria dedicado principalmente a los géneros Fantástico, Ciencia Ficción, Terror y Policial, pero además de eso, el grupo me terminó de dar la confianza y el método de trabajo que necesitaba.
Coordino el Taller Literario Fulero, centrado en la narrativa fantástica, desde el año 2017 junto a Miguel Caballero Miño y Gerardo Noseda, y he obtenido premios y menciones en distintos concursos, entre los que destacan los primeros premios en los certámenes Gastón Gori, de SADE filial Santa Fe 2017 por el cuento breve “El seis”, y “Cuento de misterio”, de SADE filial Coronda, 2019, por el cuento “Uno más”.
También me dedico a asesorar a colegas escritores que dan sus primeros pasos en la narrativa, leyendo sus obras inéditas y elaborando Informes de lectura y Clínica de obra para que sus trabajos alcancen su mejor versión.
Actualmente preparo junto a La Conspiración de los Fuleros otra antología de cuentos de terror y en solitario, un volumen de cuentos fantásticos, aún inédito.
OBRA | Bibliografía
He publicado cuentos en las antologías colaborativas:
- “Conspiración: Año Cero” (La Conspiración de los Fuleros, 2017).
- “Puertas Adentro: Historias de una Santa Fe extraña” (La Conspiración de los Fuleros,
2017).
- “Fabulosos relatos de otros mundos: Especial Ciencia Ficción” (La Conspiración de los
Fuleros, 2018).
- “Puertas Afuera: Historias de una Santa Fe extraña” (La Conspiración de los Fuleros,
2019)
- “Nexus-6: Relatos Replicantes” (La Conspiración de los Fuleros, 2019).
OBRA | en sus letras...
EL FAVOR
Mientras bajaba la lancha en la guardería del viejo Gauna, Ramiro lo escuchó advertirle del motor,que hacía rato no se encendía. Pero como si quisiera replicarle, el Villa arrancó sin problemas, y con las primeras horas de sol, Ramiro ya estaba bien metido en las islas del Paraná.
Acomodó la caña cuando encontró su lugar de siempre, reguló la tensión de la línea con el reel y se quedó atado a un árbol, bajo una buena sombra. Era un martes cualquiera de ese enero agobiante, y tenía el río para él sólo. Había huido de Santa Fe en plena madrugada, escapando del corte de luz en su barrio, y hasta el celular había dejado, total no tenía carga.
Más allá de lo que disfrutaba pescar y pasarse horas en aquel paisaje, la cosa no anduvo bien. El día era un infierno tal, que la gaseosa se le había terminado a media mañana, y para las tres de la tarde exprimía la última latita de Schneider de la conservadora. Carnada no le quedaba desde el mediodía y para lo único que había servido era para alimentar palometas, que todavía bullían alrededor de la lancha como si el río hirviera. Era la peor hora de sol y aunque pensó en lo que sería la ciudad si en el río sentía tanto calor, se decidió a volver igual. O eso intentó, porque —ahí se acordó del viejo Gauna— el motor no quiso arrancar. Peleó por revivirlo un buen rato, pero no hubo caso. Volver a remo, imposible porque tenía que ir río arriba, así que se resignó a esperar que pasara una lancha que lo auxiliara. Cosa difícil. Justamente ese canal le gustaba porque no muchos lo conocían. De hecho, en todo el día no había cruzado a nadie, solamente oído motores en el cauce principal, detrás del islote.
Desesperado, y medio descompuesto por el golpe de calor, se decidió a meterse al agua para refrescarse un poco. Habrán sido un par de minutos, pero cuando volvió a subir a la lancha, se asustó como jamás en la vida. Tenía sentado al diablo sobre la conservadora.
—Te vine a ayudar, Ramiro —le dijo, y le sonrió como si fuera su amigo de siempre.
—No quiero saber nada con vos. Rajá —contestó Ramiro, queriendo mostrarse valiente. Estaba mareado y el sol en el agua lo encandilaba, pero buscó algo en el piso de la lancha, que le sirviera para echar al intruso.
—Ramiro, dale, vamos. Le doy marcha al motor. Ya me vas a pagar el favor otro día, no hay
problema. ¿Qué querés, morirte acá?
Ramiro empezó a rezar un Padre Nuestro y se tapó los oídos para no escucharlo. El tipo no era ni un bicho rojo con cuernos ni olía a azufre. Era un tipo común, el más corriente de los hombres, alguien que tenía una cara conocida de algún lado, y enseguida inspiraba confianza. Pero era el diablo. Ramiro lo reconoció de entrada, y al diablo no hay que deberle nada.
Cuando el tipo se dio vuelta para darle arranque al motor, Ramiro vio el cuchillo, caído al lado del remo. Lo empuñó con firmeza. Le martillaba el corazón en el pecho y la furia que lo invadió le dio más fuerza. Dio el golpe entre el hombro y el cuello del intruso, y sintió un inmenso desahogo cuando escuchó el ruido de la carne rasgándose, y un siseo como de víbora al hundirse la hoja.
Luego, silencio, y ya estaba de nuevo sólo en la lancha, con el cuchillo lleno de sangre y una yarará sacudiéndose agonizante, partida en dos, junto al motor.
Recién después de unos minutos dejó de rezar y de temblar. Le tiró los restos de la yarará a las palometas y probó arrancar el motor, que encendió al primer intento.
Ramiro nunca contó nada, pero un año después, cuando mató de una puñalada al grandote del gimnasio en una pelea, experimentó otra vez el placer asesino del momento en que le hundió el cuchillo al intruso. Y supo que el diablo le había cobrado el favor de aquella tarde de enero.
CHOCOLATADA
Esa mañana pelearon como nunca antes. El horario laboral interrumpió el duelo de insultos, pero a la tarde se volverían a ver.
Pablo volvió primero al departamento. Mientras pensaba la mejor forma de decir “no va más”, abrió la caja de cacao, puso tres cucharadas en su tazón favorito, el que guardaba desde la infancia, y cuando la leche estuvo caliente, mezcló, revolvió despacito, inspiró profundo. El primer sorbo lo transportó a la cocina de su abuela, a la hora de la leche con masitas. Eligió una vainilla y la sumergió en la chocolatada. Mientras, en la tele de la abu, los Thundercats se enfrentaban a Leon-O. Era su capítulo preferido.
Martina llegó un poco más tarde, para retrasar el reencuentro. Había pensado todo el día en la mejor manera de plantear la separación. Le pareció raro que Pablo no estuviera pero sus llaves sí. Fue a la cocina y notó que faltaba el tazón viejo y la caja de cacao estaba abierta.
Se hizo un té y esperó, confundida. Pero la charla iba a demorar. Pablo pensaba tomar muy despacio su chocolatada, y comerse hasta la última vainilla.
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Fotografía de Tapa: Natalia Zeballos Instagram: @natyzeballos
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