BIO | Esencial Alfredo Di Bernardo
Distintos textos de su autoría se hallan publicados en revistas literarias de Argentina, España, Cuba y Austria (en este último caso, traducidos al alemán), así como también en revistas electrónicas y en sitios de Internet.
Desde 2013 realiza presentaciones como monologuista con textos de su autoría, matizados por un humor que combina la ironía, el absurdo y los juegos de palabras.
Ha participado activamente en diversas experiencias de difusión cultural. Fue integrante de ADEIS (Agrupación de Escritores Independientes Santafesinos).
Es socio fundador de la Asociación Cultural El Puente (Santa Fe), entidad dedicada a la promoción y difusión de actividades artísticas. Como responsable del área literaria de dicha institución, coordinó entre 2003 y 2009 los Encuentros Literarios Sub-20 de dicha Asociación, destinados a escritores adolescentes.
Entre 1998 y 2016 fue Coordinador de la Academia de Literatura del Colegio de la Inmaculada Concepción (Santa Fe).
Desde 2002 hasta 2017 editó "El Regalador" Es una micro publicación virtual, semanal y gratuita de difusión literaria, que llegó a lectores de más de 20 países.
"Soy escritor; subirme al escenario es una vía alternativa para trabajar con las palabras"
OBRA | Publicaciones
Podemos encontrar entre su bibliografía
- "El Regalador de colores" (cuentos), 1993.
- "La realidad y otras mentiras" (cuentos), 1999.
- "Informe sobre miopes" (novela), 2001.
- “Las cosas como somos” (cuentos), 2009.
- “Crónicas del Hombre Alto” (crónicas), 2013.
- “O juremos con grieta morir” (novela), 2016, publicada sólo de manera virtual bajo el formato de folletín por entregas.
- “Algo así como un padre” (crónicas), 2018.
OBRA | Selección del autor
PERO QUÉ BUENO, CHE
Pero qué bueno levantarse un sábado y gambetear a la rutina con un quiebre de cintura mientras una tribuna repleta de llovizna grita "oooole".
Qué bueno sacarle la lengua a tanta urgencia y largarse por la ruta con la ventanilla abierta para que el viento desdibuje las nefastas muecas lunesaviernesadas.
Pero qué bueno que haya asado, y vino, y amigos, y mate, y torta, y canto, y risas, y música, y poesía, y truco, y fulbito sobre el pasto como cuando éramos chicos.
Qué bueno echarse sobre el verde y dejar que el sol acune tanta, tanta alegría.
Pero qué bueno homenajear a los pulmones con una regia tajada de aire sano.
Qué bueno volver a comprobar, con los propios ojos, que el horizonte es ese renglón combado que se escurre detrás de la arboleda, y no esa línea despareja de cemento que obstruye los crepúsculos.
Pero qué bueno terminar la jornada sabiendo que hemos sumado un recuerdo más a ese inventario final que algún remoto día habrá de salvarnos de la nada.
Pero qué bueno, che, verdaderamente qué bueno esto de andar sintiéndose, aunque sea de vez en cuando, tan entusiastamente vivos.
BREVE HISTORIA DEL HOMBRE ALTO
Hubo una vez un hombre tan pero tan alto, que con sólo ponerse de pie, abrir los ojos y mirar hacia adelante, era capaz de leer las verdades escritas en las nubes.
La gente común admiraba su enorme altura. Él, en cambio, renegando abiertamente de su don, profesó toda su vida una melancólica envidia hacia los hombres bajos.
Nunca se resignó a su triste suerte de poder descifrar verdades allí donde los otros, plácidos y felices, veían solamente una nube.
ELLAS
Ahí están otra vez, bordando la madrugada con su taconeo insomne. Ahí están, con su desnudez incompleta -siempre incompleta- cumpliendo el rito exhibicionista, su lento desfile sensual, ofreciéndose a quien las quiera tomar. Ofreciéndose a mí, por ejemplo, que no puedo dejar de mirarlas con un recelo envenenado de lujuria.
Me chistan, me llaman, prometen fiestas que sé imposibles porque mienten -siempre mienten- pero me acerco igual; nunca he podido controlar esta atracción viciosa que ejercen sobre mí.
Me deslizo entonces hacia el vértigo artificial que ellas me proponen y juego de nuevo a que les creo. Las palpo con urgencia de animal solitario, les prodigo mi furia torpe, mis gestos ampulosos de monarca en el destierro, y ellas actúan como si en verdad lo hiciera bien. Fingen sumisión, simulan descaradamente que son mías esta noche.
Pero mienten -siempre mienten-. Concluyo mi trajín, me levanto y, apenas les doy la espalda, escucho otra vez sus risitas burlonas.
Me doy vuelta; no puedo dejar de mirarlas con un recelo envenenado de fracaso.
Ahí siguen ellas, las palabras, bordando la madrugada con su taconeo insomne.
SOBRE CIERTO ARTE
Todas las noches, un hombre miope sale al patio de su casa y mira hacia el cielo estrellado. La debilidad innata de sus ojos le impide percibir con nitidez el paisaje majestuoso que se extiende sobre él. No obstante, en aquellos débiles fulgores apenas vislumbrados alcanza a intuir la mágica esencia de algún secreto cósmico, y eso lo hace feliz.
Al día siguiente, todavía conmovido por los fragmentos de eternidad que ha logrado capturar, resuelve compartir sus modestos hallazgos con todo aquel que quiera escucharlo. Pero apenas abre la boca frente a algún interesado, descubre con tristeza que, por más que se esfuerce, no acierta a encontrar las frases apropiadas, ni puede tampoco dejar de tartamudear.
De su garganta sólo surge, entonces, un parlotear confuso, compuesto de palabras incoherentes, fatalmente imprecisas. Su discurso termina siendo sólo un pálido reflejo de otro pálido reflejo.
El frustrante proceso se reitera día a día.
Y sin embargo -he aquí el auténtico misterio- hay gente que al ver pasar al miope tartamudo lo mira con admiración y comenta con gratitud: "ese hombre me ha enseñado lo que son las estrellas".
LOS ÁNGELES Y LOS PUENTES
Hay ángeles que, a su manera, son ingenieros. Rozan a la gente con sus alas y, con ese suave toque celestial, la incitan a levantar puentes. Entonces, esperanza sobre esperanza, la gente se pone manos a la obra y, con más entusiasmo que habilidad, se lanza de lleno a construirlos. Y aunque los puentes resultan casi siempre frágiles y efímeros, las personas caminan sobre ellos, se encuentran, pueden amarse, son felices y se ríen desde lo alto mientras miran, con cierto alienado desdén, a los seres aparentemente tan seguros y tranquilos que permanecen abajo, atados al suelo.
Pero existen también ángeles perezosos que odian la ingeniería e inoculan a la gente su propio recelo hacia este tipo de construcciones. Entonces, la gente se queda quieta, segura y tranquila, se acurruca en sus miedos y mezquindades, permanece en tierra sin ganas de levantar puentes, y al mirar cada tanto para arriba se pregunta, con envidiosa indignación, qué es lo que hacen esos seres aparentemente tan felices suspendidos en el aire.
GALERIA | Selección Cohen
EXTRA | Contacto y Redes Sociales
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Excelente propuesta, maravilloso escritor que hace pensar y reir, volar y balorar
ResponderEliminarExcelente propuesta y maravilloso escritor, que hace pensar y reir, volar, soñar y valorar la realidad del entorno. Gracias por difundir.
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