- "Los espacios del tiempo."
- "En un lugar cerca del sol" (2012)
- "Todos los tiempos del verbo volver"
- "El simple hecho de pensar". cuentos breves.
- "El color de la cicuta" (Primer Premio XXXI Certamen Internacional de Poesía y Narrativa breve, Homenaje a "Oliverio Girondo", 2015)
- Continuidad de las voces 2012.
- XXVI Certamen Internacional De Los Cuatros Vientos, Poesía y Narrativa Breve, Género narrativa, 2012.
- XXIX Certamen Nacional De Los Cuatros Vientos, Poesía y Narrativa Breve, “Letras Argentinas de Hoy 2013”.
- XXIX Certamen Nacional De Los Cuatros Vientos, Poesía y Narrativa Breve, Letras Argentinas de Hoy, Género narrativa, 2013.
- Por amor al arte IV, Editorial Novel Arte, 2013.
- XXIX Certamen Internacional De Los Cuatros Vientos, Poesía y Narrativa Breve, “Homenaje a Julio Cortázar”, 2014.
- Nueva Literatura Argentina, Editorial de los Cuatro Vientos, 2015.
- XXXI Certamen Internacional de Poesía y Narrativa Breve, Editorial De Los Cuatros Vientos, “Homenaje a Oliverio Girondo” 2015.
- Poetas y Narradores Contemporáneos 2015. Concurso de Cuentos SALAC “Los Cordobeses cuentan su Historia”.
- Primer premio narrativa breve 2015. Editorial de los cuatro vientos
- Obra por editar: "Rosa de acero".
Cuando el primer aliento del alba rozó la ventana, abrí los ojos. Sentí el eco de la respiración de Elena que dormía a mi lado. Acaricié su cuerpo en la penumbra, salté de la cama y recorrí apresurado el espacio que me separaba de la ventana.
Acostumbrado al ruido de la ciudad, me pareció extraña la belleza
de la mañana en la isla. Desde la ventana del este, vi cómo el sol irradiaba la luz sobre las aguas. Frente a mí se desplegaba un río suspendido de la arboleda que rodeaba aquel paraje del delta. Me vestí de prisa y cerré las cortinas, tratando de no hacer ruido.
En diciembre el cielo tiene un color azul limpio, profundo, transparente. Más caliente que en las últimas mañanas de primavera, cuando el sol parece engañar.
Faltaba poco para Navidad y se iba a cumplirse un año de nuestra llegada a la isla. Entonces pensé que con lo que habíamos ganado en la venta de los canastos de mimbre que fabricábamos para sobrevivir, podríamos comprar lo elemental y así tener una comida diferente. Elena y yo estábamos invitados a compartir la cena de Nochebuena en la casa de un amigo de lujo: Simón.
Salí al patio. Simón el isleño ya me estaba esperando. Hacía casi un año que nos conocíamos, desde el momento en que llegamos con Elena a refugiarnos en la isla. Él era el resultado de la convivencia con la isla. Tenía la sencillez de los humildes. Los vecinos y todo aquel que lo conocía, lo respetaban por su sabiduría. Simón me había enseñado todo lo necesario para sobrevivir en el lugar.
Ser fiel a mí mismo me había costado un alto precio: tuve que abandonar la ciudad, aquella Babel que nunca dejaba de crecer y en la que nada cambiaba nunca.
El día transcurrió espléndido, la pesca fue abúndate. Las horas fueron pasando entre cuentos y anécdotas. Casi al atardecer, cuando regresábamos, Simón fijó la vista en una casuarina que estaba en el medio del patio. Ya alcanzaba dos metros y medio de altura. Entonces nació una idea.
Faltaban tres días para la Nochebuena, cuando entregué un pedido de canastos a un cliente importante. Con el dinero que cobré, fui a un comercio en el que vendían artículos navideños. En el patio de la casa de Simón, invadido de gramilla y moteado de flores silvestres, ya estaban esparcidos en el suelo los adornos. Empecé a trabajar ese mismo día, mi plan era tan simple como descabellado. Elena tendría su árbol de Navidad.
Simón y yo tuvimos que trabajar de prisa. Cada atardecer nos reuníamos los dos en la parte de atrás de la casa de Simón, donde yo tallaba un trozo de madera.
La tarde del veinticuatro de diciembre, armé el árbol de navidad en el patio de la casa de Simón. Le agregué globos, guirnaldas de colores y luces intermitentes. Una brisa suave movía la casuarina. A los pies del árbol quise poner el muñeco de madera que había tallado. Cuando lo tomé entre mis dedos, tuve que recorrer un largo trecho hasta negociar con el asombro. Sentí que alguien había guiado mis manos en el momento de dibujar los pies del muñeco, unos pies ligeros como el viento que le iban a ayudar a recorrer los senderos del bien y elevarse frente a cada piedra para no caer. Una de sus manos se cerraba para tomar del mundo sólo la belleza. La otra se abría para captar de la vida las nuevas oportunidades. El rostro expresaba la paz y el amor que se necesita para vivir. Y supe que también tenía el corazón especial. Sin querer había tallado la figura del niño que crecía en el vientre de Elena.
Cuando terminé de armar el árbol, entré a la casa de Simón. La cena transcurrió en un clima de paz y cordialidad .Elena y yo regresamos por el sendero que bordea el río San Antonio. Entramos por la puerta del frente. Entonces le pedí a Elena que encendiera las luces del patio. Ella no sabía que al accionar el interruptor encendería también las luces del árbol. Y allí, en el corazón escondido del Delta, por primera vez un árbol de Navidad brillante, imponente, iluminó el lugar.
A los pies del árbol había un pequeño paquete.
Mientras Elena ella lo desenvolvía, las lágrimas no me dejaron ver nada más. En ese momento las pequeñas islas expresaron una grandeza nueva.
("Un ángel en el Delta" ® Graciela Bertero, Notas de Facebook, 2021)
"Cuando el lector "respira" con el narrador casi tocamos la excelencia."
Hermoso!!! Pura belleza de lo simple!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar. En el artículo apenas se atisba el talento destacado de Graciela Bertero. Difunde el link en tus contactos y Redes sociales, para ayudar a Graciela a recibir el "Premio especial Cohen 2022, al artículo con mayor cantidad de lecturas", en la Gala Cohen 2022., el próximo 16 de Diciembre. Saludos cordiales. Leonel
EliminarGRANDE GRACIELA ,MUCHO ESTUDIO DE TU PARTE SE REFLEJA EN TU TRAYECTORIA, fFEFEFELICITACIONES
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